jueves, 18 de agosto de 2011

Los inicios del arma submarina en el Perú

John Rodríguez Asti






Sumergible Palacios en las gradas del astillero Schneider, en Chalons Sur Saóne, Francia. (foto:http://pages14-18.mesdiscussions.net/)


En el presente año, nuestra Armada celebra los 100 años del inicio del arma submarina en el Perú, recordándose la construcción de los sumergibles Ferré y Palacios en los astilleros Schneider de Chalons Sur Saóne, en Francia. Fue gracias a la incorporación de estas naves, que el Perú se constituyó en el primer país sudamericano en poseer submarinos.

Sin embargo, es importante mencionar que los antecedentes del submarinismo en el Perú, se remontan a 1866, durante la Guerra contra España, cuando el ingeniero de origen danés Federico Blume diseñó una nave sumergible ofreciéndosela al Gobierno peruano. Sin embargo, la construcción de dicho ingenio recién se materializó en 1879 durante la Guerra con Chile. En esta oportunidad, Blume llevó a cabo la construcción de su submarino en el puerto de Paita con recursos propios y luego de efectuar pruebas el 14 de octubre de aquel año, ofreció nuevamente su invento al gobierno, que dispuso su traslado al puerto del Callao. Sin embargo, pese a haber sido probado, diversas circunstancias impidieron emplear tan novedoso ingenio frente al enemigo.

Al mismo tiempo que las tropas chilenas iniciaban su marcha sobre Lima luego de las batallas de San Juan y Miraflores, en el Callao, las dotaciones de los buques peruanos que se hallaban inmovilizados por el bloqueo de la escuadra chilena, recibieron órdenes de hundir sus naves a fin de evitar cayeran en manos enemigas. Estas órdenes fueron cumplidas la madrugada del 15 de enero de 1881, con lo que el Perú se vio privado a partir de entonces de medios defensivos en el mar por muchos años.

Concluida la guerra con los consabidos resultados para el Perú, se inició una larga y penosa etapa en la que los heroicos marinos sobrevivientes de aquel infausto conflicto, asumieron la tarea de la reconstrucción del otrora poder naval peruano. La carencia de recursos fiscales postergaron por varios años la adquisición de los elementos navales tan necesarios para la defensa de nuestras costas, y es recién con la llegada del nuevo siglo, durante los gobiernos de los presidentes José Pardo y Augusto B. Leguía, que se dio el impulso necesario para iniciar un plan de adquisiciones navales y reformas en nuestra Armada. Con respecto a lo primero, en 1904 se concretó la adquisición de dos cruceros tipo explorador, que con los nombres de Almirante Grau y Coronel Bolognesi, arribaron al Callao en agosto de 1907, iniciando con ello la reconstitución de nuestras fuerzas navales. En lo referente a las reformas, se concretó en 1904 la contratación de una Misión Naval Francesa, la misma que durante los 10 años que estuvo en el Perú, contribuyó notablemente en la modernización y reorganización institucional tan necesaria en aquellos momentos.

Coincidió con la presencia de aquella misión naval, una época de tensiones diplomáticas para el país, derivadas de la delimitación pendiente de sus fronteras con Brasil, Ecuador y Colombia, así como la cuestión aun no resuelta con Chile por las provincias cautivas de Tacna y Arica. Por ello, era urgente que el Perú buscara los arreglos limítrofes necesarios, y así lo comprendió el presidente Augusto B. Leguía, quien durante su primer gobierno (1908-1912) trató de liquidar las cuestiones de límites por las vías más expeditivas, logrando algunos avances con Brasil. Con el Ecuador, en cambio, las cosas fueron empeorando a medida que se conocían los resultados del laudo arbitral español sobre el asunto de Jaén y Maynas, llevando a ambos países a una situación cuasi bélica entre marzo y abril de 1910. Para terminar de complicar las cosas, en el campo internacional, nuestras relaciones con Bolivia se vieron enturbiadas con un serio incidente fronterizo; y en forma similar, la situación con Colombia se deterioró al punto que escaló en una crisis cuyo resultado derivó en el Combate de La Pedrera, ocurrido sobre las márgenes del rio Caquetá en julio de 1911.

Por otro lado, en lo referente a su poder y capacidad disuasiva refiere, la Armada peruana, pese a la reciente incorporación de los dos cruceros exploradores, aun estaba lejos de hallarse en las condiciones adecuadas para la defensa del extenso litoral, por lo que se hizo necesario elaborar un plan naval para dotar al Perú de los elementos navales que se requerían. De los adversarios más probables en caso de producirse un conflicto armado, únicamente Chile representaba en el mar un peligro muy serio, debido a la aplastante superioridad material de su escuadra, que a la sazón estaba conformada por un acorazado, dos cruceros acorazados, cuatro cruceros protegidos, dos cañoneras torpederas, y diecinueve torpederas.

Sumergible Aguirre en gradas antes de su lanzamiento. Posteriormente sería rebautizado Ferré. (Archivo IEHMP)
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En ese sentido, uno de los objetivos que se trazó la Misión Naval Francesa, fue precisamente recomendar el establecimiento de una política adecuada para adquisiciones navales. Existiendo problemas fronterizos con los países vecinos, de acuerdo a lo recomendado por la misión naval, la única opción viable para el Perú, era la de una estrategia fundamentalmente defensiva que incluyera el empleo de sumergibles y cazatorpederos. Se debía poner al territorio nacional fuera del alcance de los posibles enemigos y éste debía ser el primer objetivo de la marina; ello significaba entre otras cosas, tener capacidad para rechazar cualquier intento de desembarcar en la costa peruana. Esta concepción defensiva, era coincidente con los planteamientos de la doctrina naval francesa derivada de las ideas de la denominada "Jeune ècole" (escuela joven), la que daba una gran importancia al empleo de buques pequeños y rápidos como los torpederos, así como a los sumergibles y la artillería de defensa de costa. Para el caso de los sumergibles, naves que principiando el siglo XX iniciaron su desarrollo, la capacidad de ocultamiento que poseían en inmersión, los hacían prácticamente indetectables e invulnerables, por lo que su adquisición para nuestra marina fue pronto recomendada por los miembros de la misión francesa.

Es oportuno precisar que la idea de elaborar un programa naval era compartida por la oficialidad peruana, como ha quedado registrado en diversos artículos publicados en las páginas de la Revista de Marina de aquel entonces.

De esta forma, las condiciones para la adquisición de unidades que permitieran conformar una escuadra adecuada a los requerimientos defensivos del país estaban dadas y únicamente faltaba llevar a cabo tal idea.

La Asociación Nacional Pro-Marina, cuya gestión fue decisiva para la compra de los cruceros Almirante Grau y Coronel Bolognesi, desde 1908 había estado abocada en la posibilidad de adquirir un buque escuela a vela para la armada; sin embargo, en vista de la situación internacional peruana del momento, a pedido de la referida asociación, una comisión conformada por los comandantes J. Ernesto de Mora, Ernesto Caballero y Lastres y Augusto Pimentel, analizó si era conveniente invertir los fondos recaudados en colecta pública para el buque escuela o destinarlos a otros fines. De esta manera, en marzo de 1910, la citada comisión recomendó emplear los fondos recaudados para la construcción de sumergibles, puesto que se consideró que este tipo de naves otorgaría a nuestra Escuadra una mayor capacidad defensiva y disuasiva frente a cualquier fuerza naval que intentara atacar algún punto del litoral peruano. Estas apreciaciones, que coincidían con el pensamiento de los oficiales de la Misión Naval Francesa, fueron las que impulsaron a que el Perú adquiriese sus primeros sumergibles.

Tomada la decisión de dotar a la Armada de sumergibles, se creó una comisión especial para la vigilancia y recepción de las construcciones navales a ser llevadas a cabo en Europa. Esta comisión, a cargo del capitán de corbeta Ernesto Caballero y secundada por el teniente primero Juan de Althaus, fue la que viajó al astillero Messieurs Schneider & Cie, en Chalons Sur Saone, Francia, con la finalidad de supervisar la construcción de dos sumergibles del tipo Laubeuf, modelo escogido para nuestra marina, los que poseían un desplazamiento de 290t en superficie y 435t en inmersión; una eslora de 46,25m, cuyo armamento estaba constituido por ocho torpedos de 457mm, lanzados a través de cuatro tubos o canastillos ubicados en pares hacia los costados.

Luego de firmarse el contrato, la construcción de los sumergibles denominados por el astillero S.C. 1 y S.C.2, fue iniciada entre abril y mayo de 1910. Luego, en setiembre del mismo año se les dio los nombres de Aguirre y Palacios respectivamente. El primero de los mencionados fue posteriormente rebautizado Palacios, debido a que el nombre Comandante Aguirre le fue dado al recién adquirido crucero acorazado Dupuy de Lome.

De los dos sumergibles, el Ferré fue el primero en ser completado y su traslado al Perú se efectuó a bordo del buque dique Kanguroo, arribando al Callao el 19 de octubre de 1912, mientras que el Palacios, luego de ser concluido a mediados de 1913, fue embarcado también a bordo del Kanguroo, llegando al Callao a mediados de octubre de ese año, siendo lanzado en aguas chalacas el 5 de noviembre. De esta forma, los sumergibles Ferré y Palacios se convirtieron en las primeras unidades submarinas en Sudamérica, dando inicio también a una gran tradición y reputación no sólo en el ámbito continental, sino a escala mundial.

En la foto se muestra la instalación de uno de los periscopios a bordo del sumergible Palacios. El sumergible de la izquierda es su gemelo, el Ferré. (foto: http://pages14-18.mesdiscussions.net/)

Sumergible Ferré a flote en el interior del buque dique Kanguroo, a bordo del cual fue transportado hacia el puerto del Callao.










Otra vista del Ferré a bordo del Kanguroo, 28 de junio de 1912. Esta nave, de propiedad del astillero Schneider, fue construida exclusivamente para transportar sumergibles.


Sumergible Palacios amarrado en el puerto francés de Tolón, es espéra de ser embarcado a bordo del Kanguroo, julio de 1913. (Biblioteca Nacional de Francia - BNF)











Detalle de la estructura en donde se hallaban instalados los periscopios en el Palacios. (BNF)

Vista de la proa desmontable del Kangaroo, por la cual ingresaban los sumergibles para su estiba y transporte. (BNF)

Sumergible Palacios maniobrando para ingresar al Kangaroo, 8 de julio de 1913 en la rada del puerto de Marsella. (BNF)

Dotación del Palacios en cubierta del sumergible, estibado a bordo del Kanguroo. (BNF)






Oficiales de dotación sobre la cubierta del Ferré. (Archivo IEHMP)

Postal de la época que muestra al sumergible Ferré navegando frente al Callao. (Archivo IEHMP)


Los submarinos, ya de centenaria existencia en los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, a lo largo de su servicio han demostrado su gran valor disuasivo y poder ofensivo en los diversos conflictos del siglo que recientemente ha concluido, y debemos mencionar que Alemania ha sido uno de los países en los que esta arma tuvo un mayor desarrollo y empleo en ambas guerras mundiales, así como también en la fenecida Unión Soviética, en donde constituyó una poderosa flota submarina que fue la mayor preocupación de los países aliados de la OTAN durante la Guerra Fría.

En el caso del Perú, cuando se ha hallado en situaciones de conflicto internacional, sus submarinos han cumplido cabalmente su misión, ya sea durante el Conflicto con Colombia cuando el Perú conformó con un crucero y dos submarinos una fuerza avanzada para operar sobre costas colombianas del Atlántico en caso que las hostilidades se iniciaran; o también durante el conflicto con el Ecuador en 1941, bloqueando y patrullando la costa ecuatoriana. Un papel importante también desempeñaron patrullando el litoral norte durante la Segunda Guerra Mundial, y en épocas recientes en los conflictos de 1981 y 1995 nuevamente con la hermana república del Ecuador.

Hoy en día, transcurridos 100 años desde su conformación, la Fuerza de Submarinos de la Marina de Guerra del Perú, dotada de los medios necesarios y poseedora de una gran experiencia y tradición, se constituye como un elemento importante de disuasión que garantiza la seguridad nacional para un país que busca su desarrollo en un contexto de paz en la región.